TANGUER@S- MILONGUER@S


La bailarina milonguera es absolutamente sensible.
Cuando baila potencia todos sus sentidos y los resume en el cuerpo. Ha construido su estructura corporal desde las bases, sus pies.
A partir de ahí, apoyando toda la planta, incluidos los tacos, sabe elevar su energía estirando todo el cuerpo desde la cintura hacia arriba, como si fuera la cuerda de un violín, que vibra ante el menor impulso.
La bailarina es flexible, con estructura. Es blanda, pero no tiene nada suelto (las caderas, fundamentalmente).
Su cuerpo es uno, íntegro. No se cuelga, su presencia es notoria. No esconde, pero no carga sobre el compañero; simplemente pega su torso al de él.
 Tiene su propio equilibrio, así es liviana. Es dulce por lo suave, y acomoda su cuerpo, fundiéndose, de modo tal que, su compañero siente como si se vistiera con ella.
Espera, sigue, no anticipa. Va al viaje de cada paso pisando inmediatamente después, o al mismo tiempo, pero casi nunca antes que él compañero, mimetiza su movimiento. Baila cerca, por alrededor, ocupando poco espacio. No se aparta ni desestabiliza a su pareja.
No usa el abrazo para sujetarse. Lleva adelante el cuerpo permanente, aún cuando camina hacia atrás. Coloca el peso corporal en la parte delantera de los pies. En metatarso, en su borde interno, pero sigue apoyando toda la planta, aún los tacos.
La bailarina milonguera sabe que sí se separa queda sin noticias del cuerpo del compañero. Por lo tanto, busca siempre su mensaje en el pecho. Siente, no analiza el mensaje. No se detiene a pensar que está haciendo. Solamente siente, redescubriendo, a cada instante, en su sentimiento la magia del tango.
El milonguero  El bailarín escucha la música, la recibe dentro; busca el compás como el aire para respirar. Luego su cuerpo dice. En una expresión auténticamente corporal, inmodificable, habla con su cuerpo. Baila con todo el cuerpo en unidad, entero.
No independiza los brazos ni los pies. Sus extremidades son cuerpo en el baile, y no separa el brazo desnaturalizando los abrazos. Abrazo es abrazo. Si no, no es nada. Cuando abraza es firme, no asfixia, sabe y conoce la medida exacta. No carga, ni se carga a la compañera; la lleva en un viaje musical. No mueve los pies primero. La decisión la toma el cuerpo, que inicia el movimiento, al que siguen las piernas, nunca antes. Nunca cambia, jamás anticipa sus pies. Por eso no patea ni pisa a su compañera. Pisa apoyando todo él pié, plano, y así marca. Necesita disponer de todo su cuerpo, no separa nada contrayendo o endureciendo una parte u otra. Cuanto más flexible es, más posibilidades le dará a su baile.
El milonguero es intérprete de la música que escucha. Pasa a formar parte de la orquesta, como un músico más. Usa el cuerpo como instrumento musical.  Pisa a compás, o hace pisar a su compañera a compás. No se va de la música, no desafina. Por eso, hasta el más sencillo de sus movimientos, es brillantemente musical.
Todo su cuerpo marca. Emite el mensaje principal por su pecho, por la zona del afecto, que ofrece a la compañera para recibirla en su casa corporal. No la aparta ni un instante, no pierde contacto, no corta la comunicación. Desde allí informa la dirección, sentido, tamaño del paso, pausas, variaciones, etc.
El refugio corporal que brinda lo compromete en el cuidado y la protección de la dama. No choca. Es hábil para moverse en el espacio que dispone, y fácilmente cambia de dirección, aún en contra de lo establecido. Pero siempre, siempre dentro de la ronda.
Es un buen ejemplo a seguir para poder, en el Tango, comenzar a: Descubrir Tu Sentimiento.
Maestro Milonguero    



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